Por Ricardo N. Alonso, Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-Conicet)
La metalogenia es la ciencia que estudia la génesis de los
yacimientos y su distribución en el espacio y en el tiempo. Los
criaderos o depósitos minerales son aquellos lugares en la corteza
terrestre donde, a lo largo de millones de años,se producen
acumulaciones anómalas de elementos químicos, las que pueden o no dar
lugar a yacimientos explotables económicamente. El origen de esas
concentraciones de metales o no metales es muy amplio y tiene que ver
con los fenómenos internos y externos de la dinámica terrestre. La
ciencia que estudia la génesis de los yacimientos y su distribución en
el espacio y en el tiempo es la metalogenia. El planeta Tierra difiere
de sus vecinos por una serie de particularidades, entre ellas el tener
una litosfera activa con placas en movimiento y el poseer enormes
volúmenes de agua. Placas, agua y energía son las tres patas
fundamentales que han permitido la migración, distribución y
concentración de los elementos químicos, dando lugar a numerosos tipos
de minerales. Téngase presente que en nuestro satélite la Luna o en el
planeta Marte, ambos mundos secos y litosféricamente inactivos, la
cantidad de minerales no pasa de un centenar, mientras que en la Tierra
esa cifra supera las 4.000 especies.
Ello está relacionado al juego dinámico y al reciclaje espacio
temporal que genera la interrelación de las geósferas (litósfera,
atmósfera, hidrósfera y biosfera). En nuestro planeta, la convección
radiactiva interior, funde los materiales profundos y genera magmas que
ascienden y surgen al exterior formando volcanes o cadenas de volcanes,
tanto continentales como submarinos. Esos magmas pueden estacionarse a
diferentes profundidades en la corteza generando rocas plutónicas. Así
se forman, por ejemplo, las gigantescas masas de granito, que pueden
estar rodeadas de filones de unas rocas llamadas pegmatitas, las que se
caracterizan por tener grandes cristales de cuarzo, feldespatos y mica,
así como un sinnúmero de minerales gema (turmalinas rosas y verdes;
berilos tipo aguamarinas y esmeraldas), y minerales de tantalio, uranio,
wolframio, litio, entre muchos otros. Los diamantes aparecen también en
rocas magmáticas de alta presión y temperatura, entre ellas las
kimberlitas. Muchas veces se decantan o segregan de los magmas algunos
minerales pesados y dan lugar a depósitos de hierro magnético y
cromitas. Ahora bien, esas masas ígneas al estar en contacto con rocas
de otra naturaleza las cocinan y pueden transformar una caliza en un
mármol (metamorfismo de contacto). También se pueden dar reacciones
químicas entre los fluidos calientes del magma y las rocas de contacto,
generando allí depósitos minerales tales como los llamados greisen y
skarns, a los cuales están asociadas mineralizaciones de flúor, hierro,
cobre, estaño y otras dentro de lo que se conoce como metasomatismo.
Existe una amplia variedad de rocas y minerales que simplemente se
forman por la presión y temperaturas crecientes hacia el interior de la
corteza y son las generadas por metamorfismo regional. A este se deben
algunos yacimientos de grafito, talco, amianto y silicatos de aluminio
altamente refractarios como la sillimanita. Más cerca de la superficie,
en el basamento de los volcanes, pueden formarse concentraciones de
sulfuros, tal el caso de la pirita y la calcopirita, que llevan asociado
oro y a veces también molibdeno, dando lugar a los depósitos conocidos
como pórfidos de cobre. Y dentro del mismo edificio volcánico se pueden
encontrar toda clase de cuerpos y vetas de metales, como las que dan
lugar a los filones de plata, antimonio, bismuto, estaño, zinc y plomo.
Estos son los llamados depósitos hidrotermales y entre ellos los que
cristalizan a mayor profundidad son los hipotermales, mesotermales a
temperaturas intermedias y los de baja temperatura, más cercanos a la
superficie se conocen generalmente como epitermales. Los gases
sulfurados que emanan en las altas cumbres volcánicas pueden sublimar,
dando depósitos de azufre nativo.