La preocupación por mejorar los
estándares de calidad es un
horizonte irrenunciable en la actividad minera. En este sentido, Marcet señala
que “en poco más de diez años la
minería en Chubut mejoró sus índices de seguridad hasta ser comparables con los
sectores más seguros de la economía. También se desarrollaron tecnologías y
sistemas de gestión ambiental de vanguardia. El ingreso de mayor cantidad de
mujeres a la industria ayudó a acelerar este proceso. Fue uno de los más
notables y silenciosos cambios de paradigma en el sector.” En definitiva, el
paradigma productivo de la
minería se modificó para entrar en sinergia con el
ambiental de manera de que los impactos sean mínimos. La Argentina, según
Marcet, tiene “una combinación de una gran riqueza geológica con un marco
normativo que, lejos de ser perfecto, es equilibrado, hace que vuelva a
vislumbrarse un potencial importante para la producción minera.” Nuestro país
constituye un territorio nada despreciable en el mapa minero mundial.
La teoría del saqueo. Se insistió en que los desarrolladores
extranjeros del proyecto no sólo no pagarían impuestos sino que, además, el
Estado les pagaría por llevarse el oro fuera del país. La teoría de la
contaminación de las aguas con cianuro, sustancia que, se dijo, estaba
prohibida para usos mineros en el primer mundo. La teoría del impacto visual.
Se afirmó que el proyecto haría desaparecer la cadena de cerros que enmarcan la
vista desde Esquel.
La acusación de que, ya en las actividades de exploración,
la compañía había contaminado un curso de agua local, el Arroyo Amarillo, con
sustancias tóxicas.” Todas estas premisas y acusaciones resultaron ser
comprobadamente falsas. Pero los mitos y leyendas, éstos no funcionan por su
cercanía a la verdad, si no por su propia difusión vinculada a una matriz
irracional.